De Gabriel Arauto, a través de Notas Do Alto, adaptado por Jacobo Santín
Dios prometió recompensar la fidelidad de los hijos de Israel haciéndolos la nación más rica y poderosa del mundo, pero ellos nunca fueron lo suficientemente fieles, en la medida necesaria, o por el tiempo suficiente para alcanzar la promesa de Dios en su totalidad. De generación en generación, por su ignorancia, incredulidad, y rebeldía, vivieron menos de lo que pudieron y debieron haber sido, aunque había uno que otro individuo o generación que experimentó parte de la gloria prometida. Desafortunadamente, la iglesia de los gentiles ha estado cometiendo el mismo error.
Ten en mente, por ejemplo, el nivel extremo de poder que debería caracterizar la vida cristiana común. Jesús dijo que todo el que creyera en él haría los mismos milagros que él hizo, y milagros aún mayores (Juan 14:12). A la luz de esa promesa radiante, es obvio que la iglesia ha fallado miserablemente en alcanzar su potencial en Dios, aunque algunas personas en la historia y en la actualidad hayan heredado parte del poder prometido, a pesar de la debilidad de su generación. Por su ignorancia, incredulidad, y rebeldía, los cristianos se han quedado cortos, y no solo en poder, sino también en sabiduría, en justicia, y en prácticamente todo lo que Dios tiene para su pueblo.
La situación es aún peor, porque además de no alcanzar su potencial, la iglesia ha declarado que la idea de que es posible alcanzarlo es herejía. De esta manera, la institución que se supone debería hacer poderosa a la gente en Dios ha estado produciendo creencias religiosas que limitan a su pueblo y perpetúan su debilidad, y eso en medio de los muchos desafíos que vivimos en nuestra época. Es verdad que existen iglesias que apoyan la idea de que los milagros deben formar parte de la vida cotidiana de todo cristiano, pero aunque no están diezmadas en teoría, lo están en la práctica; y cuando son fuertes tanto en teoría como en práctica, son débiles en otros aspectos. Como vengo diciendo, se trata de una apostasía general que exige un retorno general a la fe en toda la Palabra de Dios.
Cuando algún grupo avanza un poco y por un tiempo en alguna de las áreas que históricamente han sido olvidadas, o cuando hay un fervor poco común en la devoción, o hay un cambio profundo en la sociedad, o una manifestación frecuente del poder aparece, le llamamos avivamiento, una visitación especial de Dios, y pedimos que Dios decida visitar a la gente también. Con todo, el cristianismo avivado es el cristianismo normal; a pesar de que lo que sucede es digno de elogio, todavía es deficiente en su amplitud, porque ni durante los avivamientos alcanzamos la medida de las promesas de Dios para nosotros. Volviendo al ejemplo citado, nunca hemos tenido un avivamiento en el que todos los creyentes hayan realizado las mismas obras, y aún mayores. Y si lo tuvimos alguna vez, no fue global, Si lo hubiéramos tenido, todas las cosas prometidas deberían haber estado presentes para que nos hubieran reconocido como los que vivieron las promesas de Dios en toda su plenitud. Como vemos, no llegamos ni a la mitad del camino.
El primer paso en dirección a la grandeza es el conocimiento de nuestras posibilidades en Dios. Con Dios, el hombre puede hacer y experimentar una serie de cosas que no podría hacer con sus propias fuerzas. Con todo, si alguien no conoce su propio potencial, es casi seguro que no lo va a desarrollar, que nunca será tan grande como Dios quiere que sea. Por lo tanto debemos concientizar a la gente del gran potencial que tiene en Dios. El problema de algunas personas solo es la ignorancia. Un poco de información será suficiente para recuperarlas. Por otro lado, hay quienes son incrédulos y rebeldes, personas que se han infiltrado en la iglesia y se han convertido en la mayoría de los que ocupan los púlpitos. Son ellos los que descarrían el corazón del pueblo de Dios con ideas pesimistas. Ellos son mayoría, y son violentos. Ellos deben morir en el desierto, pero eso tomará un tiempo. A pesar de su retórica endeble, ellos han logrado engañar a muchos, y nos toca a nosotros oponernos a sus doctrinas limitantes para salvar de sus garras a los que Dios no ha destinado a la desgracia, sino a la gloria.
Ese es el propósito de esta cuenta. [Notas Do Alto]