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El Pecado Imperdonable

Adaptado por Jacobo Santín de “The Unpardonable Sin” de Vincent Cheung

Es común que Satanás acose a la gente haciéndolos pensar que han cometido el pecado imperdonable. Aquí la teología nos puede hundir en un engaño más profundo o nos puede dar la claridad que quite el engaño y alivie a los que merezcan alivio. Casi el 100 por ciento de la teología ortodoxa históricamente aceptada ha hecho el engaño más grande. Los predicadores y pensadores cristianos contestan diciendo que el ataque espiritual es un engaño, pero la explicación que dan básicamente diluye las palabras de Jesús o de plano las contradice. Dicen que este pecado es rechazar a Jesús de forma persistente, o que es algo imposible de cometer. Se supone que esa es la verdad que libera a la gente, pero esa doctrina es falsa. Jesús dijo que si blasfemas contra el Hijo puedes ser perdonado, pero si blasfemas al Espíritu no puedes ser perdonado. No dijo que si blasfemas al Hijo constante e intensamente en algún punto se vuelve blasfemia contra el Espíritu. Él distinguió claramente entre hablar contra el Hijo y hablar contra el Espíritu Santo. Le hablaba a los que se oponían a su ministerio de sanidad y le llamaron una obra del diablo a la obra del Espíritu, y que le llamaron diablo al mismo Espíritu. Son pecados diferentes porque hablan en contra de dos personas diferentes. Los fariseos lo andaban haciendo por todos lados, frente a todo el mundo, y untando la blasfemia por donde fuera como si de mantequilla se tratara. Era fácil cometerla. Era tan fácil de cometer que Jesús dijo que "en el día del juicio los hombres darán cuenta de cada palabra ociosa que salga de sus bocas." Jesús no dijo que los fariseos estaban diciendo blasfemias académicas premeditadas. Él advirtió que una "palabra ociosa" podía ser blasfemia. Esta es la verdad sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo.


El antidoto típico para este ataque en verdad es un veneno. Intenta consolar a la gente ignorando lo que dijo Jesús. Algunas personas ya cometieron este pecado de hablar contra el Espíritu Santo, y arderán en el infierno para siempre. La forma correcta de enfrentar el ataque espiritual es estudiar lo que Jesús dijo sobre este pecado para conseguir la definición correcta, y si nunca lo has cometido, estarás seguro porque ningún pecado que hayas cometido encajará en la definición. Y la verdad te hará libre. Si has cometido el pecado, nada va a cambiar aunque alguien te mienta para que te sientas mejor. Si de verdad lo hiciste, nadie te puede ayudar. Yo no tengo la autoridad para cambiar lo que Jesús dijo. Y si cometiste este pecado, no tengo poder para salvarte. Lo que sí sé es que es posible cometer este pecado, quizás tu pastor lo hace cada domingo cuando critica a esos predicadores de la tele, mientras tu gritas "¡Amén!" Quizás tu librero está lleno de libros de maestros que blasfeman al Espíritu en cada volumen cuando persiguen a los que tienen fe en Dios para sanidad y milagros. No sé qué basura te guste leer, lo que sí sé es que no puedes combatir un engaño con más engaños, cuando haces eso, Satanás gana, porque o el segundo engaño reemplaza al primero, así que la persona piensa que ya no está perdida cuando en verdad está peor, o la segunda mentira refuerza la primera, y empeora a la persona también. De cualquier forma, una mentira doble vuelve a la persona más terca en su engaño y es más difícil que escape. Satanás sabe esto, y los predicadores e intelectuales cristianos han sido sus cómplices.


Este es un pecado que tiende a ser muy religioso. A los mundanos normalmente no les interesa hablar contra el Espíritu Santo, si siquiera saben que existe. Si ven una ministración o un milagro de sanidad, se sorprenden de la realidad y compasión de Dios, frecuentemente se convierten en seguidores de Jesús, mientras que otros podrán ser escépticos, pero sin llegar a acusar al ministerio de ser malvado o la obra de demonios. A estas alturas algunos sí van a cometer el pecado imperdonable, pero es poco común en comparación. La mayoría de los que cometen este pecado son los líderes y miembros de iglesia, son los que se creen expertos en asuntos religiosos y que son muy celosos para defender la fe ortodoxa. Ni se les ocurre que podrían haber cometido este pecado, pero arderán en el infierno para siempre, son tan orgullosos que ni les pasa por la cabeza. Se creen los más educados y fieles, la élite cristiana, los apologetas supremos, teólogos maravilla. Endurecerán su corazón, seguirán en su iniquidad, y se quemarán en el infierno. Si se los dices se van a enfurecer contigo, te aplicarán su apologética… y arderán en el infierno. Eso mismo le hicieron a Jesús, y ardieron en el infierno.

Claro, Satanás también provoca a la gente para que piensen que han cometido este pecado imperdonable cuando en verdad no lo han hecho. Los hace sentir oprimidos y extremadamente temerosos. Algunos se desquician y obsesionan, otros prefieren la negación. Otros prefieren resignarse a una vida de maldad. Algunos se suicidan. Satanás puede hacer estas cosas porque la gente no tiene claro qué es este pecado. La solución es reafirmar la definición correcta del pecado, reprender al diablo en el nombre de Jesús y liberarlos. Pero la reacción más común es destructiva, porque los predicadores se apresuran a darle falso consuelo a la gente, y las mentiras provocan que sea más fácil que las personas cometan el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. La gente piensa que lo que hayan hecho o quieran hacer no va a ser la blasfemia contra el Espíritu, o que pueden ser perdonados aunque hablen contra el Espíritu Santo, aunque insinúen que es un demonio, aunque digan que su obra de sanar a los enfermos y expulsar demonios es algo engañoso, fanático o contrario a la ortodoxia. No van a evitar el pecado, de hecho van a pensar que están sirviendo a Dios cuando ataquen a los que siguen el ejemplo de Jesús, cuando en verdad solo estarán blasfemando al Espíritu Santo. Claramente van a pensar que esto es ridículo, porque están engañados y andan engañando a otros.


No me interesa señalar individuos o grupos en específico. Tengo mi opinión, pero tú puedes juzgar por tu propia cuenta basándote en lo que ellos dicen. Es fácil encontrar ejemplos, pero aquí solo voy a repetir lo que dijo Jesús, y si no quieres escucharlo de mí, lee lo que él dijo sobre el tema. Él dijo que si hablas contra el Espíritu Santo -algo como insinuar que el ministerio de sanidad es obra de un demonio, o una obra malvada- ya valiste. Basándonos en sus otras enseñanzas sobre el juicio de Dios contra el pecado, podemos deducir que si alguien acostumbra hacer esto o tiene un ministerio construido en torno a llamar demoníaco al Espíritu Santo, va a tener un castigo más extremo cuando arda en el infierno. Estamos aplicando directamente lo que dijo Jesús. No me rindes cuentas a mí, y si no me crees, olvídate de mi y léelo a él, créele a él. Y si él dijo lo mismo que yo estoy contándote, habrá mucha gente en serios problemas. Ay, están en problemas tan serios, sufrirán y sufrirán de una forma que ni siquiera puedo describir o imaginar. Su dolor y angustia nunca acabará, no van a entumirse, el dolor va a ser tan fresco e intenso 10,000 años después así como lo fue el primer día, y continuará, y continuará, y continuará, y continuará.


La gente me critica por estar de acuerdo con Jesús en la definición de este pecado y el hecho de que sí es posible cometerlo. Me culpan por perturbar la fe de algunos y provocarles un sentimiento de desesperanza. Pero... Yo no estoy ni perturbado ni desesperanzado. ¿Por qué? ¡Porque yo nunca he cometido este pecado! Si la gente se siente angustiada en vez de sentirse liberada cuando definimos este pecado, son ellos los que están mal, no yo. De hecho yo he actuado bien. Los que me acusan son los que perpetúan la mentira y dejan que más y más personas cometan este pecado imperdonable. He hecho lo correcto, por eso he perturbado a algunas personas, porque repito lo que Jesús dijo y porque estoy de acuerdo con él. Por otro lado, los que me critican solo están amenizando el camino para que la gente resbale hasta el infierno y arda para siempre. Ellos son el problema, no yo. Que se perturben los que se tengan que perturbar. Que pierdan la esperanza los que tengan que perderla. De hecho hay mucha gente que sabe por instinto que la doctrina común sobre este pecado es falsa, así que aunque se aferren a ella como un salvavidas la preocupación sigue en sus mentes. Por el otro lado, los que no han cometido este pecado ya no tienen dudas, porque ya saben qué es, y son fortalecidos por la verdad. Satanás ya no puede hallar una debilidad que nos haga creer que hemos hecho algo imperdonable cuando la verdad es que no. Esto es lo que he hecho por la gente.


Si te sientes perturbado cuando defino el pecado de adulterio directamente a partir de las palabras de la Escritura, ¿Qué culpa tengo yo? ¿Por qué culparme a mí? ¿No será porque probablemente has cometido adulterio? Si no lo has cometido, una definición correcta te liberaría, sobre todo si antes estabas confundido al respecto. Levantaría una carga de tus hombros. La oscura nube de condenación se disiparía. Me lo agradecerías. Compartirías la enseñanza con otras personas. Pero si te inquietas y me culpas, traes condenación sobre ti mismo, es como si lo estuvieras admitiendo. Criticarme sería más una confesión que un intento heroico de defender la fe y los sentimientos de todos. O has cometido adulterio, o no lo has definido correctamente, y estás enojado porque te estoy exhibiendo. Como dijo Pablo: “¿Me he vuelto vuestro enemigo por deciros la verdad?” Cuanto más te quejas, más culpable pareces. ¿Por qué la gente se siente perturbada por la definición de un pecado? ¿Han hecho algo de lo que deberían preocuparse? Si es así, ¿por qué no se preocupaban antes? Porque nadie les mostró la verdad. Como te darás cuenta, he hecho un buen trabajo. Tal vez deberías culpar a tu conciencia porque está más de acuerdo conmigo de lo que quisieras admitir. Debo hablar sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo y decir las cosas como son. La gente es demasiado indiferente ante este pecado supremo, algunos incluso están ansiosos por cometerlo, y yo no quiero que su sangre esté en mis manos.


Prácticamente todos los predicadores y pensadores cristianos que mencionan este tema condenan la definición que Jesús dio de este pecado, y también rechazan la posibilidad de cometerlo. Le aseguran a las personas que no han cometido este pecado sin preguntar qué han hecho siquiera. Eso no es compasión, porque la verdadera compasión no puede romper filas con Jesús. Se apuran a deshacerse de lo que Jesús dijo al respecto, probablemente porque lo han cometido o porque quieren cometerlo. ¿Por qué te urge que haya un derecho a hablar contra el Espíritu Santo? ¿Tú mismo lo has hecho? ¿Quieres hacerlo otra vez? ¿Por eso eres así? Hmm. Cuanto más niegas la definición o la posibilidad de este pecado, permites más problemas, porque no hay claridad. La manera de luchar contra Satanás es con la verdad, no con más engaño. La manera de luchar contra la duda no es tapando la conciencia, sino con el conocimiento de la verdad y con la seguridad del Espíritu.


Ni siquiera la triple negación de Pedro a Cristo fue imperdonable. Lo que hizo no fue bueno, pero no fue blasfemia contra el Espíritu Santo. No habló sobre el Espíritu, ni en su contra, ni insinuó nada despectivo sobre Él. Lo que hizo fue negar a Cristo, incluso maldiciendo para enfatizar su rechazo. Pero nunca atacó al Espíritu Santo, ni lo llamó demonio, ni declaró que sanar enfermos o expulsar demonios fuera algo maligno.

Si alguien peca como Pedro y se siente desilusionado, la verdad puede liberarlo de la condena y la desesperanza. Esa verdad es que su pecado puede ser perdonado. Como dice la Escritura: 'Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad'. Cuando una persona se arrepiente y vuelve a Cristo, es restaurada. Esta es la respuesta para quienes han sido engañados por el diablo para creer que han cometido el pecado imperdonable, cuando en realidad no lo han hecho.


La blasfemia contra el Espíritu Santo es lo que es, y es imperdonable. Si la has cometido, nunca serás perdonado. Pero si no lo has hecho, entonces, no importa qué pecado hayas cometido, serás perdonado si te arrepientes y confiesas que Jesucristo murió en tu lugar. Esto no tiene nada complicado. Dices: 'Pero Jesús murió por todos los pecados'. Bueno, no me lo digas a mí, díselo a Él. A ver cómo te va. Fue Él quien dijo: 'La blasfemia contra el Espíritu no será perdonada' y 'Quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero'. Ve y dile: 'Moriste por todos los pecados, así que ¿por qué no te callas, Señor?'. Anda, díselo. Déjame fuera de esto.

Si Jesús murió por todos los pecados en el sentido en que tú lo planteas, entonces también murió por el pecado de rechazarlo definitivamente, y no habría necesidad de creer en Él. Dices: 'Murió por todos los pecados, pero cada uno debe recibirlo por fe'. Pero si su muerte cubre absolutamente todos los pecados, incluso anulando la propia advertencia de Jesús sobre el único pecado imperdonable, entonces también murió por el pecado de rechazarlo.


Por supuesto, la Biblia deja claro que la fe es necesaria para recibir los beneficios que Jesucristo obtuvo para su pueblo. Quien no lo reciba por fe arderá en el infierno. La idea de que murió por todos los pecados no cambia esto, sino que debe entenderse en el contexto de que la salvación se recibe por fe. Del mismo modo, la Biblia también es clara al decir que quien hable contra el Espíritu Santo—por ejemplo, llamando demoníaco o maligno el ministerio de sanidad milagrosa—nunca será perdonado. La noción de que Jesús murió por todos los pecados no anula esto, sino que debe entenderse en el contexto de que la blasfemia contra el Espíritu nunca será perdonada. De hecho, otra manera de verlo es que quien habla contra el Espíritu Santo jamás ha recibido fe en Cristo y nunca la recibirá. Puedes afirmar que Jesús murió por todos los pecados en el sentido que quieras, pero mientras el evangelio solo salve a quienes tienen fe, aquel que habla contra el Espíritu Santo seguirá estando excluido para siempre.


De esto derivamos otro intento de consuelo falso que también es inútil: decir que un cristiano nunca cometerá el pecado de hablar contra el Espíritu Santo. Esto es maravillosamente absurdo. No resuelve nada.

Supongamos que yo digo: 'Dios nunca puede morir'. Esto es cierto. Pero luego digo: 'Por lo tanto, Juan Pérez no puede morir'. Esto solo sería cierto si Juan Pérez fuera Dios. La primera premisa no demuestra que Juan Pérez es Dios, ni que nunca morirá, porque Juan Pérez podría no tener ninguna relación con la premisa inicial.

Pero si Juan Pérez muere, eso demuestra que nunca fue Dios en primer lugar. La primera premisa es verdadera —Dios nunca puede morir—, pero no podemos usarla para probar que Juan Pérez es Dios. Falta la segunda premisa: 'Juan Pérez es Dios'. En un argumento, la primera premisa no debe usarse para establecer la segunda; ambas deben saberse verdaderas para que la conclusión provenga de ellas. Si podemos demostrar de otra manera que Juan Pérez es Dios, entonces sí podríamos usar la primera premisa para deducir que Juan nunca morirá.


Podemos decir que un creyente nunca se apartará, porque Dios lo guardará con su poder divino, y que un creyente nunca va a cometer blasfemia contra el Espíritu Santo. Sin embargo, esto no prueba si alguien es un creyente. Solo nos da seguridad si podemos establecer por otro medio que dicha persona es realmente un creyente.

Solo entonces podríamos deducir que nunca ha cometido blasfemia contra el Espíritu Santo y que nunca la cometerá, porque Dios lo cuidará de eso. Por el otro lado, si ha hablado contra el Espíritu, y si un cristiano nunca cometería este pecado, entonces, evidentemente, ese alguien nunca ha sido un cristiano. Todo lo que ha dicho y aparentado resulta irrelevante. Para él, la doctrina de que un creyente jamás cometerá el pecado imperdonable deja de ser una garantía de salvación y se convierte en una declaración de condena definitiva.


Todo esto es sencillo e imposible de refutar, pero aun así la gente se resistirá y me criticará. ¿Por qué? Porque tengo razón, y aunque quisieran atacar abiertamente a Jesús, no quieren exhibirse como falsos discípulos. No les gusta la idea de que haya un pecado imperdonable. No quieren a honrar al Espíritu Santo tanto como lo hace Dios. Resienten que Dios tenga ese celo único hacia el Espíritu.

Y se resisten porque sus héroes, tanto históricos como contemporáneos, podrían haber cometido este pecado y haber convencido a muchos de hacer lo mismo. Se resisten porque ellos mismos podrían haberlo cometido, una y otra vez, con palabras burlonas y tono condescendiente. Ahora alguien les dice que van a cosechar lo que han sembrado, y están asustados y furiosos. Como dijo Jesús: 'Allí habrá llanto y crujir de dientes'. Incluso el pecador rico clamó: 'Padre Abraham, al menos envía a alguien de entre los muertos para advertir a mis hermanos, para que no vengan a este lugar de tormento'.

Estos “cristianos” son peores que ese hombre rico que se fue al infierno. Se esfuerzan por decirle a todos: 'Tranquilos. Lo que dijo Jesús no aplica. No han cometido este pecado. De hecho, probablemente sea imposible cometerlo'. Pero cuando un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo. Quieren arrastrar a otros al infierno junto con ellos. El resultado es que estos mentirosos sufrirán aún más que los demás en el infierno, donde arderán, pero no podrán morir.


Hablamos del pecado imperdonable no porque queremos asustar a la gente y restregarles la verdad en la cara. Tenemos el deber de hablar de esto para que su sangre no esté sobre nuestras manos, para que Dios no nos haga responsables de su condenación. Queremos advertirles para que no cometan este pecado y para que no respalden a quienes dicen ser maestros pero minimizan la gravedad de este pecado.

La ortodoxia común, caracterizada por su teología artificial de incredulidad y de derrota, en realidad aumenta la tasa de depresión, apostasía y blasfemia, y por extensión, también incrementa el número de tragedias terminales como el suicidio y la condenación. Esto pasa porque esta ortodoxia hecha por el hombre no cree en las promesas de Dios de liberación ni acepta las palabras de Jesús sobre el pecado. Desde la perspectiva de la ortodoxia bíblica, esta ortodoxia tradicional es en realidad herética y demoníaca.

La buena noticia es que no tiene ninguna autoridad sobre nosotros. Si la tiras por el desagüe, nadie podrá hacer mucho al respecto. Como dijo Jesús: 'No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Más bien teman a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno'.

Aunque yo torciera a las palabras de Cristo para intentar anular su enseñanza, él seguiría diciendo lo que dijo, y tú seguirías sabiendo que él dijo lo que él dijo. Dios no te enviará al infierno por mis palabras, sino por las suyas. Así que no te sirve de nada criticar lo que he dicho. Si quieres pecar y aun así salvarte, entonces refuta a Dios. Eso es todo lo que tienes que hacer. Destrúyelo si puedes, y serás salvo.

Pero si no has cometido este pecado, entonces no lo has cometido. Y ahora que ya aclarado esto, eres libre en Cristo Jesús.



Texto rojo que lee Vincent Cheung

Jacobosant.in

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