Dios Da Lo Que Queremos, No Solo Lo Que Necesitamos
- secnsantin
- 3 abr
- 16 Min. de lectura
Actualizado: 11 abr
Adaptación por Jacobo Santín, basado en "The Absurd Idea of Need" de Vincent Cheung
Quizá hayas escuchado decir: "Dios nos da lo que necesitamos, no lo que queremos." A veces esta frase se aplica a la vida en general, y muy seguido se aplica a la oración. Pero esta muletilla religiosa contradice directamente la palabra de Dios. Sobre todo, va en contra de las enseñanzas de Jesús acerca de la oración. Es una excusa para la incredulidad. Es una justificación personal para el fracaso. No importa lo que termines recibiendo, siempre podrás decir que eso era lo que necesitabas. Si te consuelas así, nunca tendrás que admitir tus fallas. Nunca tendrás que reconocer que no eres el gigante espiritual que piensas ser. Jamás tendrás que decir: "Dios no respondió a mi oración por mi falta de fe. Pero no pondré excusas, ni me rendiré. Me arrepentiré de mi incredulidad, volveré a la palabra y creceré en mi fe. Luego regresaré y recibiré de Dios lo que quiero."
La idea misma de la necesidad es absurda. Siempre puedes necesitar menos. De hecho, la necesidad por sí sola es imposible de definir. Nunca necesitas absolutamente nada de lo que pides en oración. Quieres un corte de carne, pero como piensas que solamente necesitas pan, pides pan. Si tienes pan, ya no necesitas mantequilla. Pero si el propósito es simplemente sobrevivir, puedes comer raíces de árboles. Puedes comer basura. Puedes comer estiércol. Así que ni siquiera necesitas pan. ¿Y de verdad necesitas sobrevivir? Si eres cristiano, Dios te recibirá en el cielo aunque te mueras de hambre. Así que saca tu cabeza del establo y muérete de una vez. Pero, ¿quién dice que necesitas ir al cielo? ¿Por qué no ardes en el infierno? No hay nada contradictorio o absurdo en eso. Millones de personas arden en el infierno. Pero tú no quieres arder en el infierno. Quieres ir al cielo, y por eso necesitas a Jesucristo. Pues yo tampoco quiero comer basura, no quiero comer sólo pan. Por lo tanto, necesito la carne.
La necesidad es relativa. No tiene significado si no hay un punto claro de referencia. Nadie necesita algo realmente, excepto cuando quiere algo. Cuando las personas definen sus necesidades, siempre las definen según su deseo. Si necesitan poco, es porque quieren poco, o porque no se atreven a desear algo mayor. Este deseo muchas veces no se dice, pero sale a la luz cuando hablamos al respecto, ya que inevitablemente la necesidad está ligada a lo que queremos alcanzar. Quizá el deseo tiene cierto rango, y la necesidad la defines como el mínimo que puede satisfacer ese deseo; pero aún así, la necesidad sigue dependiendo de lo que quieres. Cuando forzamos una separación entre necesidad y deseo, la necesidad pierde significado. La necesidad siempre está relacionada con algo: algún resultado deseado o algún estándar que se busca. No puede sostenerse por sí misma. Por eso es absurdo decir que Dios nos da lo que necesitamos y no lo que queremos, pues eso sólo significaría que Él nos da lo mínimo para cumplir lo que deseamos. Pero este límite pierde todo sentido cuando aumentamos nuestro deseo, porque al crecer lo que queremos, también crece la necesidad.

Si quiero comprar una casa, necesito cientos de miles de pesos. Pero si quiero comprar una mansión, necesito decenas de millones. Tú dirás: "Pero no necesitas una mansión." Sí, realmente la necesito. Hay personas a las que se las quiero restregar, y necesito una mansión para hacerlo. Por otro lado, ni siquiera necesitas rentar una habitación. Muchas personas viven en la calle y sobreviven, suponiendo que alguien siquiera necesite sobrevivir en primer lugar. En realidad no necesitas absolutamente nada. Ahora bien, lo que realmente quiero es construir un estadio espacial para ir a la iglesia en la luna. Dependiendo de qué tan espectacular lo quiera, podría costarme entre 50 y 300 mil millones de dólares. Así que necesito al menos 50 mil millones, porque ese es el mínimo requerido. Dirás: "¡Pero no necesitas construir un estadio espacial. Podemos tener una iglesia en la tierra!" Tú tampoco necesitas comer en una mesa. Puedes comer en el campo junto a las vacas, comer pasto. En verdad no necesitas nada de nada.
Sin embargo, definir la necesidad como el mínimo requerido para lo que deseamos sigue siendo absurdo. La Biblia dice que Dios hará más abundantemente de lo que pedimos o imaginamos. Por supuesto que Dios nos da lo que necesitamos; la Biblia usa ocasionalmente esa idea, pero no la usa para minimizar lo que recibimos de Dios. Si yo quiero comprar comida y Dios me da diez millones de pesos para una sola comida, ciertamente me dio lo que necesitaba, porque solo necesitaba cincuenta pesos para lograr mi deseo. No hay nada en el concepto de necesidad que me limite a solo recibir cincuenta pesos. 100 pesos también cumplirían mi necesidad. Incluso veinte billones cumplirían mi necesidad. No existe algo inherente en la idea de necesidad que la restrinja al mínimo exacto para alcanzar lo deseado. Esto es simplemente otra manera de decir que no tiene sentido que "Dios nos da lo que necesitamos, no lo que queremos." De hecho, la Biblia dice que Dios suplirá nuestras necesidades, no conforme a nuestros estándares, sino conforme a sus gloriosas riquezas en Cristo Jesús. Un hombre pobre quizás te dé 300 pesos para comprarte unos zapatos baratos. Pero un multimillonario podría darte 20,000 pesos para mandarte a hacer unos tenis personalizados, porque eso es normal para él. Para él esos tenis salieron gratis.
Estamos explorando desde distintas perspectivas lo absurda que es la idea de necesidad. Y si esta idea es absurda para nosotros, lo es aún más para Dios. Esto también responde a una posible objeción sobre lo que hemos dicho hasta ahora. Algunos podrían decir que, si la necesidad se define por otra cosa, como lo que se quiere, quizá no sea nuestro deseo, sino el deseo de Dios para nosotros lo que defina esa necesidad. En otras palabras, Dios nos daría lo que necesitamos según lo que Él quiere para nosotros, y entonces no recibimos lo que pedimos en oración porque Dios piensa que necesitamos algo diferente.
Desde la perspectiva bíblica, esta objeción se responde con lo que dijimos antes, es decir, que Dios suple nuestras necesidades conforme a sus riquezas, no conforme a nuestras necesidades. Además, cuando Pablo mencionó esto, se refería a necesidades claramente conocidas por sus lectores; de hecho, hablaba específicamente de dinero (Filipenses 4:15-19). Es decir, Dios nos da dinero según cuánto dinero tiene Él, no según cuánto dinero necesitamos nosotros. La cuestión aquí es que no podemos decir que Dios define nuestras necesidades de un modo que no podemos entender o que sólo entenderemos en retrospectiva. Esa frase religiosa implicaría que quizá tenemos una necesidad o deseo, pero cuando oramos y no recibimos lo que pedimos, es porque Dios entiende que necesitamos algo diferente, y nos da lo que Él piensa que necesitamos en lugar de lo que le pedimos. Sin embargo, lo que Pablo dijo contradice esto, ya que él habló de necesidades que podemos reconocer tanto en el presente como en el futuro, y aseguró que Dios supliría esas mismas necesidades.
A nivel conceptual, la ambigüedad es parte de la propia idea de necesidad. Dios mismo enfrentaría el mismo problema. ¿Por qué Dios cree que necesitas algo en particular, o por qué piensa que necesitas cierta cantidad? A final de cuentas Él también estaría definiendo la necesidad según su propio deseo. Y nosotros ya sabemos qué ha decidido Dios, porque Él mismo lo ha revelado en su palabra. Así que no es algo desconocido. Por lo tanto, si Dios define lo que necesitamos, la frase sigue siendo absurda porque nosotros ya conocemos lo que Dios ha decidido. Él lo revela en las Escrituras. Si acudimos a la palabra de Dios para conocer lo que Él desea para nosotros, esta frase queda destruida, porque entonces no explicaría las decepciones inesperadas ni los fracasos en la oración como pretende hacerlo. Si ya conocemos lo que Dios ha dicho, entonces esperaríamos todo. Pero entonces, ¿para qué conservar siquiera el concepto de necesidad? Si lo que Dios desea para nosotros y lo que nosotros necesitamos llegan a ser lo mismo (es decir, necesitamos algo simplemente porque Dios lo desea), entonces la frase solo significaría que Dios nos da lo que Él desea, y no lo que deseamos nosotros. Entonces todo se reduce al deseo, y la necesidad se vuelve irrelevante de nuevo. Además, recuerda que la necesidad no restringe en absoluto lo que puede cumplir esa necesidad. Si Dios piensa que necesito cien pesos para comer, puede darme diez billones de pesos. Eso cubre perfectamente la necesidad. La necesidad es, por lo tanto, absurda.
En cualquier caso, la enseñanza bíblica no es que Dios definirá nuestras necesidades según lo que Él desea, provocando que quizá no recibamos lo que pedimos. Reitero, Pablo dijo claramente a los filipenses que Dios supliría sus necesidades, y estas necesidades eran cosas que ellos conocían y entendían claramente. Eran necesidades definidas por sus propios deseos, por sus percepciones acerca de sus vidas. Esto significa que la frase religiosa no puede explicar nuestras expectativas fallidas, ya que sabemos perfectamente cuáles deberían ser esas expectativas. Además, incluso si decimos que Dios nos da lo que Él desea para nosotros y no lo que nosotros deseamos para nosotros mismos, eso no significa automáticamente que recibiremos menos o algo diferente a lo que pedimos en oración. Incluso si es Dios quien decide cuánto deberíamos recibir (en nuestros términos, cuánto necesitamos, según lo que él desea), la Biblia nos indica que recibiríamos aún más de lo que pedimos o imaginamos. Hablaremos más sobre esto más adelante.
¿A qué voy con todo esto? Te estoy mostrando que esta frase religiosa no tiene sentido sin importar desde qué perspectiva la analicemos. Aunque pensemos demasiado en ella y le demos chance desde todos los ángulos posibles, no funciona. Por sí sola, la necesidad carece totalmente de significado. Nunca necesitas nada realmente. Por eso esta frase — "Dios nos da lo que necesitamos, no lo que queremos" — solo nos prepara para no recibir nada. La usan las personas que no reciben nada de Dios, pero que se sienten muy santas al respecto. Las personas que rebosan de sanidad y prosperidad, de santidad y revelación, de fruto espiritual y poder milagroso, normalmente no dicen algo así. Al contrario, suelen animar a otros a tener fe y avanzar. Y hemos visto que, incluso si definimos la necesidad conforme al deseo, como debe hacerse, esta frase sigue sin tener sentido, independientemente de qué deseo usemos para definir nuestra necesidad.
Esta frase religiosa es peor que inútil: es malvada. Imagina que tu hijo tiene una enfermedad terminal. Aunque oras por su sanidad, él muere. Entonces alguien te dice: "Dios te da lo que necesitas, no lo que quieres". Esa persona se está burlando de tu hijo en tu cara. Está diciendo que tú no necesitas a tu hijo, que tu hijo era innecesario. ¿Y tu hijo? Aparentemente él tampoco necesitaba su propia vida. Pero, ¿y si él quería vivir? Entonces sí necesitaba sanidad, ¿verdad? Después, oras por la salvación de tu esposa, pero ella muere sin creer en Cristo, y ahora arde en el infierno. Esa misma persona viene y te dice: «Dios te da lo que necesitas, no lo que quieres». Te dan ganas de golpear a este hombre en la cara. Lo ves como algo necesario, porque así lo deseas. Él se está burlando de la condenación y sufrimiento de tu esposa. Está diciendo que no necesitabas que tu esposa fuera al cielo, que puede quemarse en el infierno y está bien. ¿Pero está bien para ella? ¿Y si ella no quería quemarse en el infierno? Entonces necesitaba conocer a Jesucristo, ¿no es cierto? Esta frase surge de una teología incrédula, cruel y malvada. Esto es paganismo. No es la enseñanza de Jesús. No es la fe cristiana.
¿Por qué quieres comida para tus hijos, para evitar que mueran de hambre? No es porque ellos necesiten comida; ellos no necesitan nada. Pueden morir de hambre. ¿Cuál es el problema? El problema eres tú: tú no quieres que eso suceda. Así que pides lo que deseas, no lo que necesitas. Trabajas duro para ganar suficiente dinero para alimentar a tus hijos porque eso es lo que quieres, no lo que necesitas. Lo necesitas únicamente porque lo deseas. Necesitas dinero y comida porque quieres ese resultado. Pero también quieres que usen ropa y que vayan a la escuela. ¡Qué monstruo eres! ¿Cuándo estarás satisfecho? ¿Necesitas todo eso? ¿Ellos lo necesitan? Nadie necesita nada de eso. Pero lo quieres, y quieres mucho más que eso. Insistes en tus deseos. Comúnmente en teología a eso le llaman codicia. Me refiero a la teología budista que parecen profesar la mayoría de los cristianos.
El contentamiento y el deseo no son cosas opuestas. Puedes estar contento con la vida que tienes, pero aun así desear más. El contentamiento significa que estás feliz ahora mismo, aun mientras te esfuerzas por alcanzar algo mejor. Yo estoy contento en Cristo, pero eso no significa que ya no desee progresar en mi fe. Sigo buscando más, pero no sufro mientras tanto. Soy feliz ahora, y seré aún más feliz después. Esto también aplica a otras áreas de la vida. Puedes estar contento porque tienes comida, ropa y un lugar para vivir, y así debería ser. Pero en ese estado de contentamiento sigues aspirando a más. El contentamiento te protege de las tentaciones, mientras que la ambición te libra del estancamiento.
En el estanque de Betesda había una multitud de enfermos: ciegos, cojos y paralíticos (Juan 5). Ninguno de ellos realmente necesitaba nada. Podían seguir con sus enfermedades. Podían seguir sufriendo limitaciones y vivir una existencia degradante hasta morir. Sin embargo, si tomamos en cuenta lo que deseaban, entonces todos ellos necesitaban sanidad. Todos necesitaban ayuda. Jesús se acercó a un hombre y le preguntó: "¿Quieres ser sano?" Fíjate que no le preguntó: "¿Necesitas ser sano?" Ese hombre no necesitaba ser sanado, a menos que quisiera ser sanado.
Dios no te pregunta hoy: "¿Necesitas mi ayuda? ¿Necesitas mi gracia? ¿Necesitas mi poder y sabiduría?" Puedes contestarle que no. Puedes pudrirte en tus problemas, sufrir de depresión y enfermedad, hundirte en deudas, seguir atado al pecado. Incluso podrías arder en el infierno, si así lo deseas. No necesitas absolutamente nada de Dios, a menos que quieras ser salvo, quieras ser sanado, o quieras ganar en la vida. Por eso Dios hoy te pregunta: "¿Quieres mi ayuda? ¿Quieres mi gracia? ¿Quieres mi poder y mi sabiduría?" Él te dará lo que quieras, no lo que necesitas.
Dos ciegos llamaron a Jesús, y Él les preguntó: "¿Qué quieren que haga por ustedes?" (Mateo 20:32). Ciertamente, no necesitaban sanidad. Habían sobrevivido todo ese tiempo siendo ciegos. Y ni siquiera necesitaban haber sobrevivido hasta ese momento. Sobrevivieron porque así lo quisieron. Necesitaban sanidad solamente porque querían ser sanados. ¿Ves esta verdad? La doctrina contra el querer en la fe y en la oración es una doctrina engañosa que reduce a un absurdo nuestra relación con Dios. Jesús nunca le dijo a nadie: "Conforme a tu necesidad, te sea hecho". En cambio, dijo claramente: "Conforme a tu fe, te sea hecho". Independientemente de si necesitas algo o no, sea cual sea el significado de esa palabra, si tienes fe para eso, puedes recibir lo que quieres.
Los discípulos de Jesús no pudieron sanar a un niño que tenía un demonio (Mateo 17:14-20). No fueron tan ridículos como para decirle al padre: "Dios nos da lo que necesitamos, no lo que queremos". ¿El niño realmente necesitaba sanidad o liberación del demonio? Había sobrevivido años con esa condición. Y, después de todo, tampoco necesitaba sobrevivir en primer lugar. Eventualmente moriría, aunque fuera sanado. No necesitaba nada. Su padre tampoco necesitaba nada. Ellos no vinieron por una necesidad, porque la necesidad en sí misma no significa nada. Él simplemente quería sanidad para su hijo. Eso era lo que quería. No hacía falta ninguna otra razón.
Luego vino Jesús y sanó al niño. Si el niño necesitaba liberación del demonio, ¿por qué Dios no se la dio cuando los discípulos intentaron ayudarlo? Y si la liberación no era una necesidad, sino simplemente algo que querían, entonces ¿por qué Dios sí se los dio cuando Jesús ayudó? ¿Cuál fue la diferencia? Jesús les dijo a los discípulos que fallaron por su falta de fe. La diferencia fue la fe. Cuando los discípulos fracasaron, Jesús no dijo: "Dios nos da lo que necesitamos, no lo que queremos". Él no aceptó el fracaso como si fuera una revelación de la voluntad de Dios. En cambio, volvió a enfrentar la situación, echó fuera al demonio, y logró lo que quería que sucediera.
Jesús dijo que si tienes fe, cuando haya una montaña en tu camino podrás decirle que se lance al mar, y tendrá que obedecerte (Mateo 21:21, Marcos 11:23). Si tienes fe, puedes ordenarle a un árbol que se arranque de raíz y se plante en el mar —un milagro que jamás es necesario—, y tendrá que hacer exactamente lo que quieres (Lucas 17:6). Él no dijo que estas cosas fueran posibles sólo porque Él era el Hijo de Dios; más bien, dijo claramente que sus seguidores podrían hacer estas mismas cosas. Dios respalda nuestra fe para que podamos recibir cualquier cosa que pidamos en oración (Mateo 21:22). Él no dijo que recibiríamos lo que necesitamos, sino que recibiríamos lo que pidamos, lo que creamos, lo que queramos y ordenemos que suceda. Por un lado, tenemos la doctrina clara de Jesús: "Si quieres que algo suceda, ordénalo con fe. No me importa si es algo innecesario, antinatural o incluso grotesco; haz que suceda a la fuerza con tu fe". Por otro lado, tenemos esta patética frase religiosa: "Dios te da lo que necesitas, no lo que quieres."
Considera ahora cómo Jesús alimentó a las multitudes. Pon atención, porque vamos a analizar tres pasajes relacionados (Mateo 14:15-21, Mateo 15:32-38, Mateo 16:8-11). Jesús alimentó a miles de personas al menos dos veces durante su ministerio. En Mateo 14, comenzó con cinco panes y dos peces (v. 17), alimentó a más de cinco mil personas (v. 21), y terminaron sobrando doce canastas llenas (v. 20). En Mateo 15, comenzó con siete panes y unos pocos peces (v. 34), alimentó a más de cuatro mil personas (v. 38), y terminaron sobrando siete canastas llenas (v. 37).
Él dijo: "No quiero enviarlos a casa con hambre, no sea que se desmayen en el camino". Observa que la necesidad fue definida por lo que Jesús quería. Lo necesario se definió a partir de lo que Él quiso. La necesidad no era alimentar a las personas hasta saciarlas por completo; solo era que comieran lo suficiente para no desmayarse camino a casa. Sin embargo, en ambas ocasiones hubo tanto alimento sobrante que la gente no se lo pudo terminar. Si alguien hubiera querido llevarse comida a su casa, no habría podido cargar todo, por lo que los discípulos tuvieron que recoger varias canastas llenas de sobras.
En Mateo 14, Jesús comenzó con menos comida y tenía una multitud más numerosa que alimentar, pero le sobró más comida al terminar. Es decir, en Mateo 14 empezó con cinco panes para alimentar a más de cinco mil personas, y sobraron doce canastas. En Mateo 15 comenzó con siete panes para alimentar a más de cuatro mil personas y sobraron siete canastas.
Aquí tanto la necesidad como la respuesta están claramente especificadas. Podemos observar con precisión cómo responde Dios a lo que necesitamos en términos exactos y medibles. En ambas ocasiones, la Escritura nos muestra claramente que Dios responde dando muchísimo más de lo que necesitamos. Él responde a nuestra fe y oración superando la necesidad con una abundancia desbordante. De hecho, cuando la necesidad es grande y nuestros recursos son pocos, Él responde con un exceso todavía más extraordinario. Su respuesta es tan innecesariamente abundante que la medida misma de la necesidad, o incluso la idea misma de la necesidad, queda completamente invalidada. Ahora la verdadera necesidad es saber cómo administrar la abundancia que sobra (Juan 6:12).
Esta es la indicación más clara de lo que podemos esperar cuando pedimos nuestro "pan de cada día" (Mateo 6:11). Esta no es una petición modesta. No puede referirse solamente a la cantidad suficiente para apenas sobrevivir mientras continuamos insatisfechos y sin sobra alguna. Nuevamente, Jesús definió planteó que la necesidad era evitar que las personas se desmayaran por hambre, pero Dios respondió con una sobreabundancia total. Y esto pasó cuando Jesús solo quería una comida para mantener a las personas en pie. ¿Qué debemos esperar, entonces, si pedimos provisión suficiente para todo un día? ¿Qué podemos esperar si pedimos esto todos los días? La necesidad real sería cómo administrar la abundancia absurda que Dios derramaría sobre nosotros.
Luego, en Mateo 16, los discípulos malinterpretaron a Jesús, pensaban que estaba hablando literalmente de pan, cuando en realidad estaba usando el pan como metáfora para advertirles contra doctrinas falsas (Mateo 16:5-7). Jesús los reprendió por su falta de fe (v. 8). ¿Pero qué tenía que ver la fe en este contexto? Si ellos hubieran aprendido de las ocasiones anteriores en las que Jesús alimentó a las multitudes, habrían eliminado completamente de sus mentes la posibilidad de que la falta de pan fuera algún problema. Como asumieron que la falta de pan sí era un problema, demostraron que todavía no tenían fe en Dios como proveedor. Por eso Jesús los reprendió por su falta de fe y les recordó claramente la gran cantidad de comida sobrante en las ocasiones anteriores (Mateo 16:9-12).
La fe nos permite ver las cosas desde la perspectiva de Dios, lo cual nos permite entender lo que Él realmente quiere decir en las Escrituras. Nos permite estar en acuerdo con Él. La teología se vuelve directa y sencilla. Ya no tendremos que inventar tradiciones y frases vacías para anular Sus palabras. La falta de fe es la raíz de la torpeza espiritual. Muchas veces esto es evidente en las confusiones que observamos en las enseñanzas y discusiones teológicas, y en algunas doctrinas que incluso se han codificado en credos y confesiones. Son doctrinas creadas por humanos que intentan construir una religión sin Dios. La incredulidad hace que la gente se vuelva ESTÚPIDA.
Había mencionado que abordaría un punto adicional, y ya estamos listos para hacerlo. Hemos visto claramente que la necesidad por sí sola no tiene sentido alguno, ya que siempre depende de un punto de referencia, como el deseo. La incredulidad intenta presentar las derrotas y decepciones como si fueran triunfos, diciendo que ese punto de referencia podría ser lo que Dios quiere para nosotros, en lugar de lo que nosotros queremos para nosotros mismos. El propósito de esto es destruir toda expectativa clara. Ya hemos respondido esta objeción de varias formas, pero podemos reforzar el punto aún más.
Jesús fue la revelación perfecta de la voluntad de Dios en la vida humana. Si definimos lo que Él necesitaba según lo que Él quería, entonces la necesidad era simplemente repartir comida suficiente para que las personas no se desmayaran en el camino. Pero Dios respondió con un exceso tan impresionante que permitió que las personas comieran hasta quedar totalmente satisfechas, hasta llevándose sobras que no pudieron terminar.
Por lo tanto, si definimos lo que es necesario con lo que Dios quiere para nosotros, solo podemos concluir que la respuesta no es menos de lo que nosotros queremos para nosotros mismos, sino que sería incluso mayor, excediendo abundantemente todo lo que podamos pedir o imaginar. Remitirnos simplemente a "la voluntad de Dios" no baja nuestras expectativas sobre lo que recibiremos; al contrario, las aumenta a niveles inconcebibles.
Para eliminar otra enseñanza dañina, Dios no nos da algo completamente diferente a lo que pedimos y luego nos obliga a llamarlo "algo mejor". Cuando alguien pide comida, Dios no le da cáncer y lo amenaza para obligarlo a admitir que Dios sabe lo que realmente necesitaba. Eso es paganismo. Esa es la clase de religión que hace que la gente mire a Dios con terror, no con reverencia sincera y admiración, sino con el miedo y sospecha que uno le tiene a un monstruo rabioso. Jesús quería comida para la gente, y Dios les dio comida, mucho más de la que necesitaban. Sin trucos. Sólo gracia.
Así que, así sea que lo necesario se defina según lo que nosotros queremos o según lo que Dios quiere para nosotros, ambas opciones llevan únicamente a provisión y éxito excesivos. No queda lugar alguno para la incredulidad. La única opción para quien propone respuestas modestas a la oración es admitir que en realidad no cree en Dios en absoluto.